Jorge Drexler: “Siempre fui un mal vendedor de discos, pero sí soy un buen vendedor de entradas, y vivo de eso”

Alguna vez ha dicho que creció en un ambiente en el que el baile estaba muy mal visto…
Sí. Me crié en la dictadura uruguaya, en el seno de una familia de profesionales de centroizquierda. Mi familia estaba en la acera de la resistencia a la dictadura. La mitad de mi familia estuvo exiliada fuera del país, sin poder volver y con amigos y conocidos presos y destituidos. En ese contexto, la dictadura no fomentaba la expresión corporal, pero yo me crié en una casa en la que tampoco estaba bien visto bailar. La gente en el país, equivocadamente, tenía la sensación de que había otras tragedias más importantes a las que enfrentarse, y otra manera de resistir a una dictadura. No hay mejor manera de resistirse a una dictadura que bailando y soltándote. Mira si no el caso de Irán.

¿Cree que le ha servido de algo lo que le enseñaron en la universidad?
Sí. Durante mucho tiempo pensé que no, que había perdido el tiempo. Hoy día, basta con escarbar un poquito en los discos, con entrar un poco en los mundos del texto, para darse cuenta de que aquello que era un lastre se volvió una herramienta. Es muy bonito poder usar la biología, que es una lupa buenísima para ver el mundo.

Sus primeros discos en España resultaron un fracaso comercial rotundo…
Y los últimos también [interrumpe entre risas].

¿Qué pasaba por su cabeza cuando sus amigos le preguntaban para qué tenía una carrera solista?
Fue un periodo muy feliz de mi vida. Que fuera un fracaso en términos de industria discográfica no significa que fuera un fracaso vital para mí. Me sentía muy orgulloso. Había tomado una decisión vocacional arriesgada, incluso temeraria, porque había dejado una vida muy resuelta y encaminada en Montevideo, dejando afectos atrás, para venirme aquí a compartir piso con unos uruguayos al principio. Luego, alquilé una casita en la sierra, porque eso era lo que podíamos pagar mi mujer y yo. Pero podía mantener a mi familia y me había comprado un coche de tercera mano que tenía 400.000 kilómetros cuando lo compré. Recuerdo que cobré un adelanto de derechos de autor que en ese momento me pareció una locura y me permitió poder quedarme aquí en España. Estaba feliz, porque tenía un contrato discográfico y sacaba discos, aunque se vendieran horriblemente mal. Mi primer disco vendió 33 copias y salió en casete. Aunque algunos consideraban que vender 3.000 copias era un fracaso, para mí eso suponía vender cien veces lo que había vendido con el primero. Lo que yo no tenía en cuenta es que, en esa época, la gente vendía en España 300.000 copias con bastante facilidad. Hoy, todo el mundo sabe que vender 3.000 copias te permite vivir de la música, porque tienes un bolito en Bilbao, al que igual van sesenta personas, y luego otro en Murcia, al que lo mismo van setenta. Si tienes pocos gastos y te lo montas bien, puedes ir con tu guitarra para arriba y para abajo y tener unos ingresos. Además, yo entonces tenía derechos de autor, porque escribía para Víctor Manuel, Ana Belén, Ketama, Pablo Milanés, etc. Mi calidad de vida era excelente, pero nunca me puse en una posición de víctima. Nunca me gustó quejarme. Siempre preferí cambiar aquello que no me gustaba en vez de mirar a esos a los que les iba mejor. Creo que nunca fui una persona envidiosa y eso es algo que me sigue haciendo muy feliz hoy día. Me crié en un país sin ninguna expectativa, donde la gente pasaba un año preparando un show para presentarlo una vez, y además perdía dinero con ese show. Tener una carrera solista implicaba para mí dejar una huella, y eso es lo que me interesaba. Quería generar un cuerpo de canciones, verlo crecer y desarrollarse artística y humanamente, y tratar cada vez de escribir mejores canciones.

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Jorge Drexler: “Siempre fui un mal vendedor de discos, pero sí soy un buen vendedor de entradas, y vivo de eso”