“En la ciencia no hay milagros ni hay curas mágicas” – El litoral

Por Carlos Lezcano y Gabriela Bissaro

Especial para El Litoral

 

Nora Bar, en la introducción de uno de sus libros, dice: “Es difícil transmitir la exaltación que produce un descubrimiento”. Sin embargo, ella ofrece, en cada uno de sus trabajos periodísticos, pistas y conductos para conectar la ciencia con el público. 

En tiempos donde la instantaneidad marca el pulso, el periodismo científico debe equilibrar esa demanda con el tiempo demorado de la ciencia. Y de la mano de aquello, la incertidumbre. Por tanto, cómo sostener la incertidumbre y otras vicisitudes encarnan la charla con esta periodista científica que ganó el Premio Konex de Platino a la Divulgación Científica.

—¿Cuáles son los desafíos de comunicar ciencia aquí en Argentina?

—El primer desafío en la Argentina es el escaso interés que tienen los medios en tener periódicos especializados. El problema es que se considera que cualquier persona, cualquier periodista puede tomar estos temas que tienen sus características muy especiales y comunicar correctamente estas noticias. Así como hay periodistas especializados en deportes, a ninguno de nosotros se nos ocurriría ir a transmitir el mundial, ¿no es cierto?; si no estás formado y no estás especializado en esa rama del periodismo. Hasta hay periodistas que se dedican solamente a temas meteorológicos y no se consideran necesarios que haya periodistas científicos. Esta noticia, como decía, tiene características propias, hay que conocer cuál es el método científico, hay que conocer cuáles son los medios más confiables, hay que saber que no nos basamos en lo que piensa una persona, sino en los consensos científicos, hay que conocer cuáles son esos consensos, porque si no lo hacemos, podemos incurrir en errores gravísimos y el problema, cuando trata temas de ciencia y van a orientar la toma de decisiones sobre problemas que hacen a nuestra comunidad, en nuestra sociedad, es que informar mal sobre estos temas pueden tener consecuencias gravísimas. Nadie se va a morir porque no sabe cuál es el romance del jugador de fútbol de moda con la modelo de moda, ¿no es cierto? Sin embargo, si informamos mal sobre temas que tienen que ver con salud, puede ser y no es una exageración, la diferencia entre la vida y la muerte. Pasó en la pandemia, ocurrió que informaciones raras, confusas o directamente falsas podían orientar decisiones que podían poner en peligro a las personas. Realmente se vio. En la pandemia creo que el rol del periodismo científico quedó más en evidencia que en algún otro momento.

—¿Cómo se logra esta competencia profesional en Argentina? 

—En Argentina ahora por suerte, no cuando yo empecé a trabajar hace unos años -casi cuatro décadas- no había casi una carrera organizada de periodismo. Uno entraba a los diarios, que era, por lo menos era la columna vertebral del periodismo y cuando uno llegaba a la redacción estaba llena de bohemios, de gente que se había inclinado por el periodismo y aprendía el oficio en la marcha. Ahora, por suerte, hay carreras de periodismo en muchas universidades nacionales y hay algunos Máster en periodismo científico. La carrera de Comunicación de la UBA tiene una materia en periodismo científico y, por ejemplo, en la carrera de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA hay un Máster en periodismo científico que se da para estudiantes de las carreras que se dictan en esa universidad y también para científicos que quieren cultivar el periodismo, pero es muy importante la formación; porque los científicos muchas veces están habilitados para “reemplazar” -digamos entre comillas- a los periodistas, pero, si bien los científicos tienen una competencia muy profunda y muy específica en su tema de especialidad de investigación, la mayor parte de las veces, no digo todas porque hay excepciones, no dominan las competencias necesarias para manejar noticias.

Es muy distinto el trabajo del científico y el trabajo del periodista. El trabajo del científico es lento, donde se discute con los colegas. Los trabajos se revisan y se vuelven a revisar, se envían a publicar e incluso los réferis en revistas científicas los devuelven pidiendo correcciones. Hay trabajos que pueden estar años en vía de publicación. En cambio los periodistas tenemos que trabajar en materia de horas a veces, ni siquiera llegamos a tener a disposición días para trabajar en un tema y, además tenemos que trabajar no solo en un tema con el que, a lo mejor, tenemos más afinidad, nos gusta más, leemos más y estamos más preparados. Tenemos que trabajar en muchos temas diferentes que a lo mejor saltar de la antropología a la genética y de la genética a la biotecnología y de la biotecnología a la tecnología nuclear, y para eso hay que estar, digamos, tener herramientas para saber cómo trabajar en cada uno de estos temas. Por supuesto, tener una base general pero, además, saber, que no nos basta con la opinión de una sola persona, vamos a tener que consultar con varias fuentes para tener seguridad de que la información que estamos dando es correcta. 

—Porque, en definitiva, no estamos haciendo otras cosas que contar historias, que es lo que hace el periodismo, solo que contamos historias para un sector particular de la vida.

—Exactamente, nosotros somos contadores de historias, y como contadores de historias no cualquier trabajo nos permite convertirlo en una noticia, porque una noticia tiene ciertas propiedades particulares. Primero tiene un poder de fascinación, tiene que llamar la atención de nuestros lectores, de nuestros televidentes, de nuestros oyentes; a veces hay trabajos muy técnicos que para los investigadores son importantísimos, pero es difícil convertirlo en una noticia, porque o son muy preliminares, o son demasiado técnicos; entonces, primero tenemos que alejarnos todo lo posible de la jerga, algo que a los investigadores muchas veces les cuesta, o no están dispuestos a hacerlo, porque piensan que tal vez sus colegas van a pensar que están siendo poco precisos. Pero cuando se le habla al público general hay que estar dispuestos a, justamente, abandonar la jerga específica para que nos pueda entender cualquier persona que haya pasado por la escuela y, además, tenemos que poner en juego una cantidad, como decía, de destrezas. No es lo mismo hacer un programa de televisión que un programa de radio, hay que estar preparado para hacer una entrevista llevadera que pueda mezclar aspectos de la experiencia, de anécdotas, el anecdotario del investigador con lo que es estrictamente el tema que va hablar. Hablar -digamos- en las notas, combinar poesía, de todos los recursos que nos da la literatura y bueno, eso no todos los investigadores están preparados para hacerlo, algunos sí, tenemos -por supuesto- ejemplos, empezando por el maestro de todos nosotros que Carl Sagan y siguiendo por otros que han hecho grandes obras de divulgación, pero, como digo, no es algo instalado, hay que formarse en eso.

—¿Cómo negociás esta cuestión que decías hoy, que sea lo suficientemente atractiva?, pero sobre todo, la decisión de título que muchas veces y más hoy en día con la necesidad de clics que tenemos en la virtualidad, los títulos prometen más de lo que realmente la ciencia puede dar.

—Es una tarea ardua todos los días. Una vez, en una redacción me pedían que escribiera una nota sobre un tema que respondía a un título, el título para mí era demasiado extremo y no respondía a lo que se sabía sobre la gripe A, la primera pandemia del siglo. Entonces yo le decía no, no puedo decir eso porque todavía no se sabe, eso es algo -por ejemplo- que es propio de la información científica, nosotros tenemos que contar lo que la ciencia sabe y también lo que no sabe, muchas veces no sabe, no tenemos la respuesta para las preguntas que se hace el público. Decía: “ustedes quieren que ponga blanco o negro y en este caso la respuesta es gris”, y me contestaron: “bueno, pero los diarios escriben en blanco y negro”. Me negué a escribir eso pero se producen esas fricciones muchas veces, que se espera del periodista que dé una respuesta taxativa y una de las características de la información científica es que uno no siempre tiene la certeza. Eso lo vimos muchísimo en la pandemia, en que tuvimos que comunicar la incertidumbre.

—¿Cómo se comunica la incertidumbre? 

—Hay que formarse también para eso; hay que compartir con el público lo que se sabe pero también lo que no se sabe; asustar cuando hay que asustar, pero no demasiado, porque si uno aterroriza lleva a la parálisis. Tampoco se puede afirmar más de lo que se sabe porque vamos a llevar también a un descreimiento, porque las personas que van siguiendo las investigaciones y las informaciones que uno da, si uno se arriesga a afirmar más de lo que se sabe, bueno, la siguiente información que uno dé van a decir, bueno y cómo nos están diciendo eso sí tal o tal otro no se cumplió. Entonces, hay que ser muy cuidadosos con las palabras y, sobre todo, con esos giros como cura mágica o el milagro de la ciencia. En la ciencia no hay milagros ni hay curas mágicas.

No comunicar solamente los resultados sino comunicar el proceso para que los propios lectores u oyentes o televidentes puedan ir conociendo cómo funciona la ciencia y luego puedan evaluar la información, cuál es la calidad de la información que uno entrega; o sea, se pueda preguntar esto quién lo dice, esto que es confiable en qué universo se probó, puede tener errores esta información y si tenemos respuestas diciendo que sí a algunas de esas preguntas, diciendo que si, por ejemplo, que puede haber errores, bueno buscar una confirmación. También eso lo tienen que hacer así como lo hace el periodista lo tiene que hacer el público, y conocer el ABC del método científico; porque la ciencia no es una colección de resultados, es una manera de pensar, de analizar la realidad, y parte de la tarea de los periodistas científicos es, justamente, transmitir esa manera de pensar y de analizar la realidad que tienen los científicos, para mi ninguna nota está completa si no explica cómo se llegó a las conclusiones que uno cuenta en el título.

—Con la pandemia aparecieron influencers, que según los especialistas tienen mucha llegada porque tienen una cuestión de empatía y de horizontalidad con el público, que instalaron verdades que a la ciencia le costó mucho contradecirlas o discutirlas. ¿Vos crees que la manera en la que se maneja la información hoy pone en riesgo la ciencia? 

—No, que la información ponga en riesgo la ciencia, no. Que la falta de rigor en la información desvirtúe los resultados de la ciencia y no ayude a promover un pensamiento crítico en la sociedad, sí. Y hoy cuando tantas de las decisiones que tomamos dependen de conocimientos científicos en todas las tareas de nuestra vida, porque desde cómo usamos un teléfono celular hasta si vamos a permitir que haya minería en nuestra ciudad o nuestra comunidad, o si están desapareciendo los glaciares, y es por una… digamos, por un mal manejo de los recursos naturales. Todo eso se basa en decisiones que exigen conocimientos científicos y para eso tenemos que ejercitar el pensamiento crítico, también para evaluar y monitorear las políticas públicas. Entonces, hoy más que nunca es imprescindible que los medios de comunicación tengan periodistas bien formados para que acompañen a la sociedad, justamente, en esta toma de decisiones y para que informen correctamente sobre estos problemas que nos afectan a todos.

En este momento, por ejemplo, se está realizando la COP27, la cumbre climática; ese es uno de los enormes problemas que desafía a la humanidad y que requiere de decisiones de los gobiernos, pero también de cada uno de nosotros, individuales, comunitarias, sociales, nacionales y tenemos que estar preparados para poder dilucidar cuál es la información, porque son cuestiones muy complejas y que muchas veces cuando se simplifican, desde el punto de vista que sean, ya sea desde el ambientalismo como desde el gobierno, desde las empresas, cada uno saber que cada sector tiene sus conflictos de interés y entonces cada uno de nosotros tiene que desarrollar ese pensamiento crítico para informarse bien y poder tomar decisiones correctas.

—Los medios en general se ocupan poco de tener periodistas especializados en ciencia, pero mucho menos de tener editores, ¿cómo se trabaja? Una cosa es escribir el texto o trabajar un texto, la otra cosa es editar el texto, ¿cómo ves esa situación?

—No hay muchos editores que sean ex periodistas científicos, hay muchos editores que son, por ejemplo, ex periodistas de deporte, pero no hay tantos editores que sean ex periodistas científicos. Entonces, uno lo que generalmente encuentra, ya sea las salas de redacción como en las salas de producción de programas, es que no hay muchos periodistas que tengan conocimiento más o menos adecuado como para valorar la noticia científica, es un problema; porque, digamos, yo fui editora durante mucho tiempo de temas científicos y tenía la formación como para saber cuando me llegaba una noticia, si estaba apta para comunicar o era realmente un verdadero fiasco y te puedo asegurar que de eso había muchísimo. Por ejemplo, me acuerdo de contar algo que realmente era bizarro, siempre cuando llega la entrega de los Premios Nobel llegan muchas noticias sobre eso y alguna vez alguien me preguntó si convenía publicar una noticia que decía que los países donde se comía más chocolate tenían más Premios Nobel, porque habían hecho una división entre la cantidad de chocolate que se comía Suiza y la cantidad de Premios Nobel que tenían; entonces, habían sacado esa conclusión. Bueno, una de las materias en que tenemos que formarnos los periodistas científicos es en la interpretación de estadísticas, porque se puede mentir muy bien por números; entonces, nosotros como periodistas científicos muchas veces tenemos que rechazar pedidos que nos hacen porque nos dicen, “ay viste esto, podemos hablar de tal cosa”.

—No, claro. Ahí hay un montón de lobby también.

—La ciencia es como cualquier comunidad humana, hay egos, hay políticas, hay intereses, hay errores, hay refutaciones, hay trabajos que se refutan 10 años después de que fueron publicados y no en una revistucha sin prestigio, sino en las mejores revistas, hay fraudes, hubo mucho fraude que van en crecimiento. Y, además, lo vimos durante la pandemia. El primer gran trabajo que obtuvo una difusión mundial en la pandemia que hizo uno de los más grandes virólogos de Francia, Didier Raoult, sobre la hidroxicloroquina, era un trabajo malísimamente mal hecho que se refutó dos o tres días más tarde y bueno, significó la caída en desgracia, como digo, no de un virólogo desconocido sino de uno de los más prestigiosos virólogos de Francia. 

Entonces, hay que estar en guardia, los periodistas científicos somos muy escépticos y por eso también hay que conocer con quién hay que consultar, porque claro, nosotros no dominamos la técnica de todos los temas, lo que tenemos es una agenda y una red de revisores informarles a los cuales podemos llamarlos, podemos enviarle un trabajo y preguntarle “¿qué opinas de este trabajo?”, son en general los referentes más destacados de cada especialidad y no nos quedamos con la opinión de uno solo, le preguntamos a varios, cuando encontramos que todos coinciden y nos dicen; “no, este trabajo es muy bueno”, entonces, podemos tener una red de seguridad para no dar pasos en falso.

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